En
el siglo XX, el ingreso medio mundial per cápita registró un fuerte aumento,
pero con considerables variaciones entre los países. Se observa claramente que
la brecha de ingresos entre los países ricos y los países pobres se ha ampliado
a lo largo de varias décadas. En la última edición de Perspectivas de la economía mundial se analizan 42
países (que representan casi el 90% de la población mundial) sobre los que se
dispone de datos para la totalidad del siglo XX. La conclusión a la que se
llega es que el producto per cápita creció apreciablemente, pero la
distribución del ingreso entre los países muestra hoy una mayor desigualdad que
a comienzos del siglo.
Sin
embargo, el ingreso no lo explica todo; una medición más amplia del bienestar
que tiene en cuenta las condiciones sociales muestra que los países más pobres
han logrado considerables avances. Por ejemplo, en algunos países de bajo
ingreso, como Sri Lanka, los indicadores sociales son extraordinarios. En un
estudio reciente se llega a la conclusión de que, si se
comparan los países utilizando los indicadores del desarrollo humano (IDH)
elaborados por las Naciones Unidas, que tienen en cuenta la educación y la
esperanza de vida, el panorama es muy diferente del que muestran los datos
referidos solamente al ingreso.
En
realidad, es posible que la brecha se haya reducido. De este estudio se infiere
sorprendentemente que existe un contraste entre lo que podría denominarse la
"brecha de ingresos" y la "brecha entre los indicadores del
desarrollo humano". Actualmente, el nivel de ingresos (ajustados por la
inflación) de los países pobres es aún mucho más bajo que el de los grandes
países en 1870, y además la brecha de ingresos se ha ampliado. No obstante, a juzgar
por los indicadores del desarrollo humano, la situación de los países pobres es
hoy mucho mejor que la que existía en 1870 en los grandes países. Esto se debe
en gran medida a que los avances médicos y el mejoramiento de las condiciones
de vida han aumentado considerablemente la esperanza de vida.
Sin
embargo, aunque la brecha entre los indicadores del desarrollo humano se ha
reducido a largo plazo, son demasiadas las personas que están quedando a la
zaga. La esperanza de vida puede haber aumentado, pero para muchos la calidad
de vida no mejoró, y muchos aún se encuentran sumidos en la indigencia. A esto
se suma la propagación del SIDA por toda África en el último decenio, que está
reduciendo la esperanza de vida en muchos países.
Nuevamente
es urgente aplicar políticas orientadas específicamente a combatir la pobreza.
En los países que registren un crecimiento satisfactorio y apliquen políticas
correctas cabe esperar una reducción sostenida de la pobreza, dado que los
datos recientes corroboran que existe por lo menos una correspondencia de uno a
uno entre el crecimiento y la reducción de la pobreza. Además, si se aplican
políticas orientadas firmemente a combatir la pobreza --por ejemplo, mediante
gastos sociales adecuadamente focalizados-- es mucho más probable que el
crecimiento se traduzca en una reducción mucho más rápida de la pobreza. Esta
es una razón contundente para que todos los responsables de la política
económica, incluido el FMI, tengan en cuenta de manera más explícita el
objetivo de reducir la pobreza.
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